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Nuestra
Historia

CONTADA POR FER

Nos conocimos en la casa de un amigo después de un culto, en una reunión donde un grupo de nosotros se juntó para compartir y jugar un rato.

 

Desde ese momento, mi mirada se clavó en Paloma. Aunque ella aún no me había registrado, yo ya quería saber todo sobre ella: dónde vivía, su nombre y, lo más importante, si era soltera.

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A partir de ese día, empecé a notar a Paloma en la iglesia. Era como si algo en mi visión se hubiera desbloqueado, porque de repente la veía en todas partes cada vez que iba a alguna actividad.

 

Lo más hermoso era que, cuando nos cruzábamos, nuestras miradas se encontraban, y ella me regalaba una sonrisa que iluminaba el momento. No teníamos un grupo de amigos en común, así que me las ingeniaba para acercarme de manera sutil, pero nunca se daba la oportunidad.

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Hasta que un día decidí que era el momento. Me dije: "Fer, hoy tenés que saludarla en la iglesia, aunque sea de lejos, y lograr que te corresponda para captar su atención." Y eso fue lo que hice.

 

Ese pequeño gesto abrió una puerta para un mensaje esa misma noche.

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Fue el 3 de febrero de 2019, alrededor de las 23:30, cuando le escribí por primera vez a través de Messenger. Esperé con nervios su respuesta a mi humilde, honesto y breve mensaje, que solo buscaba iniciar una pequeña conversación.

 

Pasaron varios minutos, pero finalmente llegó su respuesta. Desde ese momento, me aferré a esa charla y nunca más dejamos de escribirnos.

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Hoy, estamos a las puertas de nuestro casamiento.

CONTADA POR PALO

Estar en el lugar correcto te acerca a las personas correctas, y así fue en mi caso.

 

Siempre me ha intrigado conocer otras perspectivas de vida, aquello que sale de lo común, lo que representa un desafío.

 

Por eso, cuando vi a un chico en silla de ruedas que se movía con tanta naturalidad por todos lados, mi mente se llenó de preguntas: ¿Cómo lo trata la ciudad? ¿Cómo será su casa? ¿Cómo se adapta su entorno a sus necesidades? Desde mi punto de vista como arquitecta, siempre pienso en cómo generar espacios inclusivos y acogedores para todos, y en ese momento supe que quería conocerle más.

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Pero no hice nada para acercarme. No compartíamos amigos, ni gustos, ni nada en común, así que el tiempo pasó y yo solo lo observaba desde lejos.

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Hasta que un día, al salir del culto en la iglesia, le vi de nuevo. Esta vez, me animé a saludarle con buena onda, sin imaginar que esa simple acción cambiaría todo.

 

Esa misma noche me escribió por Messenger. Me sorprendió y pensé: "Para qué luego le saludé", pero después de pensar mucho —y de preguntar qué tal era él— decidí responderle.

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En el fondo, sabía que esa respuesta no iba a ser solo un mensaje más. Sabía que nos llevaría a algo más profundo. Y así fue.

 

Esa noche escribimos hasta las 4 a. m., en una conversación intensa y natural, como si el tiempo no existiera.

 

Desde entonces, nunca dejamos de hablar… y hoy, estamos escribiendo juntos la historia de nuestras vidas, a punto de casarnos, listos para seguir compartiendo y conversando por el resto de nuestras vidas.

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